En los últimos años varias personas han muerto ahogadas en nuestros ríos en accidentes en presas bajas o de escasa altura: el último, un chico en el Sil a su paso por Ponferrada, cuando trataba de recuperar un balón que había caído al agua.

No más accidentes en presas

No más accidentes en presas

Estas presas bajas, generalmente menores de 3 metros de altura, pueden considerarse auténticas trampas mortales. En su base se forma lo que los piragüistas llamamos un “rebufo”, o, técnicamente, un resalto hidráulico: el agua recircula hacia aguas arriba. En este tipo de presas la extensión y uniformidad de este rebufo, unido a la desorientación provocada por la turbulencia, la hipotermia, los golpes que puedan recibirse y la incapacidad de escapar de ellas nadando en superficie se combinan para crear una trampa mortal, incluso para buenos nadadores, aunque estén equipados con chaleco de flotación. Hace algunos años un bombero profesional se ahogó en estas mismas circunstancias intentando rescatar a tres personas en el río Duero.
Salvo aquellos colectivos familiarizados con los rebufos (como son los piragüistas de aguas bravas o los barranquistas) el resto de usuarios suele desconocer sus riesgos: bañistas, pescadores, piragüistas de aguas tranquilas, etc. Su peligro es aún mayor si tenemos en cuenta que suelen estar situadas en tramos apacibles de los ríos, y que son difíciles de percibir desde aguas arriba cuando no están señalizados, como es la norma general en España. Incluso su presencia puede llegar a parecer atractiva, al aportar algo de “agua blanca” al paisaje fluvial.

persona atrapada en una presa

persona atrapada en una presa

A pesar de su apariencia inofensiva, una presa recta y ancha es una trampa mortal aunque no supere en mucho el metro de altura. Su simetría hace que su rebufo no se rompa por ningún lado, impidiendo el escape si se queda atrapado en él. Además, el rescate sin medios muy específicos y difíciles de instalar en el escaso tiempo disponible antes de un ahogamiento tiene más probabilidades de acabar en otra tragedia que con éxito.
Va siendo hora de que las autoridades (en este caso, las Confederaciones Hidrográficas) empiecen a tomar medidas para permitir que el cauce de los ríos sea razonablemente seguro. Pero no de la manera en la que están acostumbradas a actuar: no basta con limitarse a prohibir de forma genérica acercarse a menos de cien metros de cualquier presa y quedarse a esperar a que suceda un accidente para utilizar dicha prohibición para lavarse las manos, como parece deducirse de algunas limitaciones. Esta postura no es de recibo. El papel lo aguanta casi todo, pero la realidad es tozuda. El uso lúdico del agua es mayor cada día y lo será más aún en el futuro: esto es una realidad incontestable, y la labor de los gestores del dominio público hidráulico incluye adoptar las medidas de gestión necesarias –y existentes– para garantizar la práctica lo más segura posible de estos usos, tan legítimos como otros.

Las Confederaciones deberían tomar medidas para evitar más accidentes en presas

De la misma manera que algunas Confederaciones Hidrográficas han emprendido una campaña decidida de permeabilización de obstáculos en los ríos, deberían empezar a trabajar en la línea de eliminación de este tipo de riesgos, y no sólo en la de las prohibiciones generalizadas, que tanto gustan en algunas Confederaciones, como las del Tajo o Cantábrico, por poner solo dos ejemplos. Los riesgos asociados a este tipo de presas para piragüistas, pescadores, bañistas, o simplemente personas que caigan al río por accidente deben reducirse o eliminarse siempre que sea práctico: con eliminación total o parcial del obstáculo, y en caso contrario la incorporación de estructuras y formas de vertedero que disipen energía y reduzcan el resalto, así como la adecuación del obstáculo para su porteo o franqueo seguro por los piragüistas, y en cualquier caso con su señalización para el público en general. El programa de acondicionamiento del estado de Ohio en Estados Unidos es un ejemplo a seguir. Un refuerzo del aspecto divulgativo para que la ciudadanía sea consciente del peligro de estas presas aparentemente inocentes también ayudaría a evitar desgracias.
Por supuesto, no debería admitirse ningún nuevo proyecto de azud o pequeña presa que no incorporara medidas de seguridad y balizamiento, adaptadas al uso lúdico del río, como las indicadas en el párrafo anterior.

Autor: Fernando Alonso